¡Qué lindo eres tú, Veracruz!
Veracruz se siente bajo los pies al andar por sus playas inmensas de arena que va del dorado al nacarado, en la áspera corteza de las palmeras y la exuberancia de su vegetación, la textura de sus viejos edificios que evocan tiempos en que el mar se brindaba para construir hogares y fortalezas.
Mi viejo Veracruz se escucha en el sonido de sus noches frente al mar, junto al río, a los pies del Cofre de Perote, y en el bullicio de sus pueblos de encanto y alegría en sus fiestas patronales como en Xico y Coatepec, Boca del Río y Tlacotalpan o Tuxpan. Veracruz tiene sonido de marimbas, maracas, jaranas, arpas y guitarras, cantos llenos de emoción y melancolía. Veracruz lleva el ritmo de un son, un huapango y un danzón bailados sin vergüenza bajo las estrellas que bordan el cielo como un brillante manto sobre los puertos de Alvarado y Veracruz.
Veracruz se respira y se guarda la fragancia de sus flores, la brisa marina, su tupida flora y en los granos de café, el olor a tierra mojada y la fragancia que emana de las cocinas veracruzanas.
Veracruz es un mural que llena los ojos con escenas de nuestra historia, nuestra gente, nuestros paisajes y el colorido de nuestros trajes.
Mi lindo y añorado Veracruz se paladea en su aromático café, el dulce de sus frutos, sus platillos criollos, mestizos y prehispánicos. Se fuga la ensoñación evocando los sabores de esos tamales de elote rellenos de puerco, los mariscos cocinados con festivo sazón y el pan de Tlacotalpan y el mole de Naolinco, nuestro chilpachole de jaiba y el exótico arroz a la tumbada.
Veracruz es el lugar más bonito del mundo.
Mi viejo Veracruz se escucha en el sonido de sus noches frente al mar, junto al río, a los pies del Cofre de Perote, y en el bullicio de sus pueblos de encanto y alegría en sus fiestas patronales como en Xico y Coatepec, Boca del Río y Tlacotalpan o Tuxpan. Veracruz tiene sonido de marimbas, maracas, jaranas, arpas y guitarras, cantos llenos de emoción y melancolía. Veracruz lleva el ritmo de un son, un huapango y un danzón bailados sin vergüenza bajo las estrellas que bordan el cielo como un brillante manto sobre los puertos de Alvarado y Veracruz.
Veracruz se respira y se guarda la fragancia de sus flores, la brisa marina, su tupida flora y en los granos de café, el olor a tierra mojada y la fragancia que emana de las cocinas veracruzanas.
Veracruz es un mural que llena los ojos con escenas de nuestra historia, nuestra gente, nuestros paisajes y el colorido de nuestros trajes.
Mi lindo y añorado Veracruz se paladea en su aromático café, el dulce de sus frutos, sus platillos criollos, mestizos y prehispánicos. Se fuga la ensoñación evocando los sabores de esos tamales de elote rellenos de puerco, los mariscos cocinados con festivo sazón y el pan de Tlacotalpan y el mole de Naolinco, nuestro chilpachole de jaiba y el exótico arroz a la tumbada.
Veracruz es el lugar más bonito del mundo.
Un poco de nuestra historia
Veracruz, la puerta al nuevo mundo
La gran relevancia del hermoso puerto de Veracruz estriba en que es justamente el ayuntamiento más antiguo de América continental.
El navegante y conquistador español, Juan de Grijalva llega a mediados de 1518 a un islote, Tecpan Tlayácac al que llamó San Juan de Ulúa. Grijalva continúa su trayecto por la costa mientras que Pedro de Alvarado vuelve a Cuba con la mercancía adquirida mediante trapicheo con los habitantes de Boca del Río, Costa Verde y lo que hoy conocemos como la Isla de Sacrificios que antes se llamó Chalchihuitlapazco. No obstante, fue hasta el año siguiente, el 22 de Abril de 1519 que Hernán Cortés desembarca en tierra firme, en la playa de Chalchihuecan donde funda el primer Ayuntamiento de la Nueva España y del continente hasta ese momento inexplorado. Así pues, un viernes santo de principios del siglo XVI, el día conocido como el día de la Vera Cruz, queda fundada la Villa Rica de la Veracruz.
Cortés inicia desde aquellas inhóspitas pero ricas costas, la conquista hacia México Tenochtitlan, en tanto que sus capitanes intentaban pacificar algunas regiones cercanas que hoy forman parte del Estado de Veracruz.
Nace entonces el puerto jarocho, punto de entrada y salida de productos que los colonizadores llevaban y traían entre España y el nuevo mundo. Guajolotes (pavo), maíz, frijol, tomate, aguacate, vainilla, algodón, algunas especies frutales (que seguramente no llegaron a la mesa de los monarcas, al menos no en buen estado), salían de Veracruz en dirección a España. Del mismo modo, Veracruz vio barcos cargados de productos destinados a mejorar la vida de los colonizadores: haba, arvejón, trigo, arroz, animales domésticos, pólvora, telas, entre otros productos.
Poco después, comienza la extracción de oro y plata a gran escala. Tanto así fue que para finales de siglo, estos metales preciosos y mucho más valorados en Europa que en la Nueva España representaba el 80% de las riquezas exportadas, lo que atrae, como suele hasta nuestros días, a corsarios holandeses y británicos que acecharon constantemente al puerto. Entre ellos, Francis Drake y John Howkins. En nuestros tiempos, los ataques de los piratas hubiesen generado severos problemas internacionales, en aquellos ayeres es evidente que no había códigos de honor comercial, y si los había, no aplicaban a según quiénes.
Estos asedios, como podía suponerse no podían seguir siendo tolerados y en 1663 comienza la construcción del fuerte de San Juan de Ulúa cuya ampliación no concluyó hasta 1746, y cuya muralla contaba con siete Baluartes de los cuales, a nuestros días solo se conserva el Polvorín o Baluarte de Santiago.
El desarrollo del puerto continúa pues dentro de sus murallas y su enorme bonanza da origen a una muy adinerada burguesía comercial que alcanza mayor prosperidad incluso que la propia ciudad de México para la segunda mitad del siglo xviii. No obstante, no todo brillaba para el puerto más importante de la Nueva España. Sin embargo, y debido a los asedios al puerto, se desencadenó una gran inestabilidad económica y social, asaltos a poblados y diligencias que dio origen en 1618 a la Villa de Córdoba en un punto estratégico entre la capital de la colonia española, Orizaba y la ciudad amurallada de Veracruz.
Poco más de un siglo más tarde, nace un importante ayuntamiento enclavado sobre un asentamiento prehispánico llamado Xalapa (en arenales) a la que el monarca español, Carlos IV concede escudo y título de Villa y que a la postre se convertiría en la capital de la entidad Veracruzana. El estado recibe en 1786 el nombre de Veracruz pero no fue hasta después de la independencia de México, en 1824 que la entidad recibe el nombre de Estado Libre y Soberano de Veracruz y es asentado así en la Constitución Mexicana.
La región veracruzana no perdió protagonismo ni relevancia en el México independiente, pues su población, sensible a la ideología liberal y republicana fue uno de los puntos clave del movimiento independentista, cumpliendo un valioso papel en la sublevación y enfrentamiento contra las fuerzas de la corona borbónica española, fungiendo como un bloque que evitó la entrada de refuerzos a los contingentes del centro del país.
Juan de O’Donoju, último virrey de la ya entonces vencida Nueva España, viaja a Veracruz y firma los tratados de Córdoba con Agustín de Iturbide el 23 y 24 de agosto de 1821, proclamando así la independencia de México como nación libre y soberana.
El navegante y conquistador español, Juan de Grijalva llega a mediados de 1518 a un islote, Tecpan Tlayácac al que llamó San Juan de Ulúa. Grijalva continúa su trayecto por la costa mientras que Pedro de Alvarado vuelve a Cuba con la mercancía adquirida mediante trapicheo con los habitantes de Boca del Río, Costa Verde y lo que hoy conocemos como la Isla de Sacrificios que antes se llamó Chalchihuitlapazco. No obstante, fue hasta el año siguiente, el 22 de Abril de 1519 que Hernán Cortés desembarca en tierra firme, en la playa de Chalchihuecan donde funda el primer Ayuntamiento de la Nueva España y del continente hasta ese momento inexplorado. Así pues, un viernes santo de principios del siglo XVI, el día conocido como el día de la Vera Cruz, queda fundada la Villa Rica de la Veracruz.
Cortés inicia desde aquellas inhóspitas pero ricas costas, la conquista hacia México Tenochtitlan, en tanto que sus capitanes intentaban pacificar algunas regiones cercanas que hoy forman parte del Estado de Veracruz.
Nace entonces el puerto jarocho, punto de entrada y salida de productos que los colonizadores llevaban y traían entre España y el nuevo mundo. Guajolotes (pavo), maíz, frijol, tomate, aguacate, vainilla, algodón, algunas especies frutales (que seguramente no llegaron a la mesa de los monarcas, al menos no en buen estado), salían de Veracruz en dirección a España. Del mismo modo, Veracruz vio barcos cargados de productos destinados a mejorar la vida de los colonizadores: haba, arvejón, trigo, arroz, animales domésticos, pólvora, telas, entre otros productos.
Poco después, comienza la extracción de oro y plata a gran escala. Tanto así fue que para finales de siglo, estos metales preciosos y mucho más valorados en Europa que en la Nueva España representaba el 80% de las riquezas exportadas, lo que atrae, como suele hasta nuestros días, a corsarios holandeses y británicos que acecharon constantemente al puerto. Entre ellos, Francis Drake y John Howkins. En nuestros tiempos, los ataques de los piratas hubiesen generado severos problemas internacionales, en aquellos ayeres es evidente que no había códigos de honor comercial, y si los había, no aplicaban a según quiénes.
Estos asedios, como podía suponerse no podían seguir siendo tolerados y en 1663 comienza la construcción del fuerte de San Juan de Ulúa cuya ampliación no concluyó hasta 1746, y cuya muralla contaba con siete Baluartes de los cuales, a nuestros días solo se conserva el Polvorín o Baluarte de Santiago.
El desarrollo del puerto continúa pues dentro de sus murallas y su enorme bonanza da origen a una muy adinerada burguesía comercial que alcanza mayor prosperidad incluso que la propia ciudad de México para la segunda mitad del siglo xviii. No obstante, no todo brillaba para el puerto más importante de la Nueva España. Sin embargo, y debido a los asedios al puerto, se desencadenó una gran inestabilidad económica y social, asaltos a poblados y diligencias que dio origen en 1618 a la Villa de Córdoba en un punto estratégico entre la capital de la colonia española, Orizaba y la ciudad amurallada de Veracruz.
Poco más de un siglo más tarde, nace un importante ayuntamiento enclavado sobre un asentamiento prehispánico llamado Xalapa (en arenales) a la que el monarca español, Carlos IV concede escudo y título de Villa y que a la postre se convertiría en la capital de la entidad Veracruzana. El estado recibe en 1786 el nombre de Veracruz pero no fue hasta después de la independencia de México, en 1824 que la entidad recibe el nombre de Estado Libre y Soberano de Veracruz y es asentado así en la Constitución Mexicana.
La región veracruzana no perdió protagonismo ni relevancia en el México independiente, pues su población, sensible a la ideología liberal y republicana fue uno de los puntos clave del movimiento independentista, cumpliendo un valioso papel en la sublevación y enfrentamiento contra las fuerzas de la corona borbónica española, fungiendo como un bloque que evitó la entrada de refuerzos a los contingentes del centro del país.
Juan de O’Donoju, último virrey de la ya entonces vencida Nueva España, viaja a Veracruz y firma los tratados de Córdoba con Agustín de Iturbide el 23 y 24 de agosto de 1821, proclamando así la independencia de México como nación libre y soberana.
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